domingo, 23 de septiembre de 2007

62 / Modelo para armar

En 62 / Modelo para armar (1968), Julio Cortázar concreta la idea esbozada por Morelli en el capítulo 62 de Rayuela. El resultado: un brillante experimento literario en el que el lector es protagonista. Así lo reconoce Cortázar en el prólogo de la novela: " El subtítulo ´Modelo para armar´ podría llevar a creer que las diferentes partes del relato, separadas por blancos, se proponen como piezas permutables. Si algunas lo son, el armado a que se alude es de otra naturaleza, sensible ya en el nivel de la escritura donde recurrencias y desplazamientos buscan liberar de toda fijeza causal, pero sobre todo en el nivel del sentido donde la apertura a una combinatoria es más insistente e imperiosa. La opción del lector, su montaje personal de los elementos del relato, serán en cada caso el libro que ha elegido leer".
Este es el inicio de 62 / Modelo para armar.


"Quisiera un castillo sangriento", había dicho el comensal gordo.
¿Por qué entré en el restaurante Polidor? ¿Por qué, puesto a hacer esa clase de preguntas, compré un libro que probablemente no habría de leer? (El adverbio era una zancadilla, porque más de una vez me había ocurrido comprar libros con la certidumbre tácita de que se perderían para siempre en la biblioteca, y sin embargo los había comprado; el enigma estaba en comprarlos, en la razón que podía exigir esa posesión inútil.) Y ya en la cadena de preguntas: ¿Por qué después de entrar en el restaurante Polidor fui a sentarme en la mesa del fondo, de frente al gran espejo que duplicaba precariamente la desteñida desolación de la sala? Y otro eslabón a ubicar: ¿Por qué pedí una botella de Sylvaner?
(Pero esto último dejarlo para más tarde; la botella de Sylvaner era quizá una de las falsas resonancias en el posible acorde, a menos que el acorde fuese diferente y contuviera la botella de Sylvaner como contenía a la condesa, al libro, a lo que acababa de pedir el comensal gordo.)

Je voudrais un chateau saignant, había dicho el comensal gordo.
Según el espejo, el comensal estaba sentado en la segunda mesa a espaldas de la que ocupaba Juan, y así su imagen y su voz habían tenido que recorrer itinerarios opuestos y convergentes para incidir en una atención bruscamente solicitada. (También el libro, en la vitrina del boulevard Saint.Germain: un repentino salto adelante de la portada blanca NRF, un venir hacia Juan como antes la imagen de Hélene y ahora la frase del comensal gordo que pedía un castillo sangriento; como ir a sentarse obedientemente en una mesa absurda del restaurante Polidor, de espaldas a todo el mundo.)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Andaba buscando un estudio sobre este libro pero no lo encuentro por ningún lado, ...aqui sólo copiaste el inicio del libro :S parece buen blog sin embargo, lo visitaré...

Anónimo dijo...

Lo termine!! fantastico libro..ahora nuevamente quedo sumido a la nostalgia, al extrañar de los personajes que como en la mayoria de las novelas de Julio terminan por absorvernos.

Anónimo dijo...

Concuerdo, tamibén acabo de terminar el libro, y la nostalgia de los personajes...

Camila Z. dijo...

yo todavia no lo leo, pero quiero hacerlo. por ahi me dijeron que debo leer todos los anteriores(he leido algunos ya) de cortazar para poder leer con facilidad este libro, ustedes que me recomiendan?