domingo, 13 de enero de 2008

Sueño de una noche de verano

Ayer soñé con tus ojos, no contigo,
sólo con tus ojos. Pequeños, dulces, curiosos,
me miraban fijamente, irreductiblemente bellos.
Me sentí feliz, con una felicidad casi absurda,
inocente. Nada existía para mí, excepto ese
mar cristalino en el que me sumergí sin temor.
Nada existía para mí, excepto un sol luminoso
que me redujo a cenizas, me envolvió lentamente y me hizo
desaparecer en la infinidad de ese abismo llamado despertar.
Luché, me resistí con todas mis fuerzas ante lo inevitable.
Mi esfuerzo se esfumó con el viento del amanecer. Tus ojos
desaparecieron y por más que quise no pude recordarlos.
Me sentí triste, con una tristeza casi absurda,
inocente.

2 comentarios:

Francisco Ortiz dijo...

Una tristeza inocente: eso es, en ocasiones, amar. Qué buena definición.

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

El amor es triste a veces, sobre todo, si no es correspondido o está lejos.

un abrazo.